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¿Llegó la crisis? ¡viva la crisis!

Siempre deseamos que el nuevo año que llega venga lleno de felicidad y prosperidad. Pero puede venir también con adversidades, porque desafortunadamente las crisis son inevitables. Siempre las habrá, y nadie en el planeta, por muy rico o famoso que sea, está al abrigo de ellas. Las estrellas de cine que hoy todos envidian y veneran pasan por malas épocas, y a veces hasta desaparecen de las pantallas para siempre (¿volveremos a ver a Kevin Spacey?).

Las grandes empresas, con sus orgullosos dueños, sus ejecutivos todopoderosos, y sus empleados “seguros”, de pronto colapsan, o son adquiridas por un competidor preocupado por la eficiencia, que no rima para nada con la seguridad laboral. En mi casi medio siglo de existencia me ha tocado vivir varias crisis como empresario y como persona, y voy a compartir a continuación un resumen de lo que he aprendido y de lo que me ha ayudado a salir adelante.

Las crisis no son castigos

En general, la primera reacción que tenemos ante una adversidad es culparnos a nosotros mismos y auto flagelarnos. ¿Qué fue lo que hicimos mal? ¿Cómo no vimos venir esto? ¿Y si hubiese hecho aquello? Esta es la fase más delicada en el proceso del manejo de la crisis, porque si nos angustiamos demasiado puede desembocar en una depresión, y entonces nuestro propio estado de ánimo se convierte en el peor obstáculo para salir adelante.

En ese sentido, algo que he aprendido es a reconocer la inevitabilidad de los problemas, y a tratar de no ser demasiado duro conmigo mismo por algo que ya no puedo controlar, porque si la crisis llegó, quiere decir que sus causas están en el pasado, y como la máquina del tiempo no se ha inventado aún, no hay mucho que podamos hacer para arreglarlo. Así que, la primera enseñanza es tratar de no machucarse demasiado uno mismo, porque no es más que tiempo y energías perdidos que nos pudieran ayudar a salir adelante.

El peor efecto de las crisis es el social

Por mi propia experiencia, y por mis conocimientos de las ciencias del comportamiento, sé que el principal factor que nos provoca angustia en una situación de crisis es el social. Salvo que realmente nos quedemos en la calle y no tengamos qué comer, que es una situación extrema y pocos llegan a ella, los peores momentos en una caída son cuando enfrentamos a la familia y a los amigos en nuestra nueva situación de… ¿fracasado?, ¿loser?

Se han escrito muchos libros y filmado películas sobre este tema, con el personaje que pierde la empresa, o el empleo, y se lo oculta a la esposa y a los amigos y se mete en mil problemas por ello. De hecho, la escena del que sale por la entrada principal con su caja de pertenencias para irse a su casa es ya un cliché en el cine.

Si en nuestra ecuación de vida, – en la que debe estar la familia, el trabajo, los amigos, las actividades que hacemos, los hobbies, etc. – el estatus económico que hayamos alcanzado tiene un peso muy grande, vamos a sufrir más fuertemente las consecuencias sociales de una caída. Si nos hemos preocupado demasiado de la apariencia, y para hacerlo estuvimos viviendo por encima de nuestros medios, la crisis nos va a golpear más fuerte, tanto en lo social como en lo económico, pero sobre todo en lo social, porque es raro quedar en la miseria absoluta luego de haber alcanzado un cierto estatus.

Por lo tanto, en el manejo de los efectos sociales de las crisis he aprendido que la solución implica una mezcla de filosofía y psicología. De filosofía de vida en cuanto a preocuparse por vivir dentro de lo posible por debajo de nuestros medios, y tener algo ahorrado para los tiempos difíciles, que siempre pueden llegar. De psicología para saber que estar en crisis no hace de uno un perdedor, sino que es un fenómeno normal, y que lo raro es que nunca ocurra. De hecho, me ha ayudado mucho compartir mis momentos duros con la familia y los amigos. Contrariamente a lo que muchos piensan, no te aprecian menos por estar en una situación más frágil, sino que cuando acudes a ellos lo ven como una señal de confianza profunda, y en general termina solidificando a la familia, a los amigos, y ayudándonos a salir adelante.

Las crisis son las madres de la creatividad

Finalmente, si nuestra vida fuera un continuo predecible de seguridad y prosperidad, y estamos seguros que el año que viene, y el otro, y los próximos 10 años van a ser iguales o mejores, ¿para qué esforzarse demasiado? Lo que estamos haciendo está bien, porque nos permite vivir como queremos, así que disfrutemos del momento. Esto es de hecho una de las leyes más importantes en las ciencias del comportamiento, que es la del menor esfuerzo: todos los organismos están diseñados para nacer, sobrevivir hasta reproducirse y transmitir sus genes, y morir. Mientras menos esfuerzos despleguemos y energía inútil perdamos en todas estas actividades, mejor para el organismo.

Sin embargo, frente a una crisis, la actividad creativa de los organismos para sobrevivir se multiplica. Se prueban nuevas opciones, se inventan soluciones innovadoras, se intentan caminos inexplorados. Fueron las crisis las que nos sacaron de nuestra cuna en África y nos hicieron conquistar casi toda la superficie habitable del planeta. Nos forzaron a crear herramientas y armas, a construir casas, a domesticar el fuego. No quiere decir que la adversidad sea la única fuerza creadora, pero sí es un incentivo increíble para innovar.

En el mundo artístico y empresarial abundan los ejemplos de creatividad empujada por las dificultades. Uno de los más conocidos el de J. K. Rowling, la autora de la serie de Harry Potter. Joanne Rowling llegó a un punto en su vida, recién divorciada, sin empleo, y con un hijo a su cargo, en el que se consideró un fracaso total, e incluso cayó en depresión. Pero fue esa circunstancia la que liberó su imaginación y le dejó tiempo para enfocarse en escribir, y el resto de la historia es conocida por todos. En 2004 la revista Forbes declaró a J. K. Rowling la primera persona en convertirse en billonaria escribiendo libros.

Todos somos ganadores y perdedores

Al final, no existen los ganadores ni los perdedores absolutos. De hecho, los que más se arriesgan y se lanzan a emprender nuevos negocios y desarrollar nuevas ideas, son los que más fracasan. Pero son esos mismos los que logran los mayores triunfos. Creo que la principal enseñanza que he obtenido en el camino recorrido hasta ahora es que lo más difícil es tratar de vivir como un ganador, pero con el miedo constante de convertirse en un perdedor. Conozco a muchos, y yo mismo he estado en esa situación de más joven, que la angustia ante una posible crisis les quita el sueño, el hambre, la risa, y cuanto de bueno tiene la vida. Y en general el resultado se ha resumido en la frase célebre de Mark Twain: “Me he preocupado por muchos problemas en mi vida, la mayoría de los cuales nunca ocurrieron”.

Termino deseándoles prosperidad y felicidad en el nuevo año. Pero recordándoles que las crisis siempre van a llegar, y que no vale rezo, ni deseo, ni velitas de cumpleaños que logren evitarlas. Así que, si todo va bien, disfrute la vida. Pero si llega la crisis, disfrútela también, y aprovéchela para desatar al innovador que lleva dentro, y para fortalecer los lazos con su familia y sus amigos.

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